lunes, 5 de diciembre de 2011

Y al tercer día, descansó

“Lunes”: así podría resumirse el comienzo de semana. Cansancio, aburrimiento, McDonald’s… genial. Tras 4 horas dando una clase y observando otra, corriendo al centro a comer y corriendo a la universidad a imprimir documentos para una clase de 1 hora que pasa como si fuera de 15 minutos. ¡Anda que no me iba a echar yo la siesta a las 6 de la tarde ni ná! El resto de la tarde, como un zombi que acusa el cansancio derivado de la mala distribución de las horas de clase y que se cansa más todavía sabiendo que tiene que levantarse a las 8 para ir a clase.
A la mañana siguiente, y más armado que abrigado, a clase (tarde) para hablar de Drácula y de otros temas que, por una razón u otra, llegaron a ser tratados, como por ejemplo, la forma de beber de los ingleses (95% de la clase) frente a la de los españoles, húngaros y americanos. Resultado: los británicos quedaron como unos auténticos adoradores de Baco cuya única preocupación es entrenarse para la nueva entrega de una saga que, seguro, todos conocemos, pero que en este caso debería llamarse “British Pie”. Tras esta “embriagadora” clase sobre… literatura, me quedé con ganas de estrés y me volví loco buscando un ordenador para imprimir unos archivos. Se ve que alguien del campus estaba enfermo o se había matado con otro por conseguir un puerto USB, porque había un sitio libre. Clase de español sobre cine, compras en Iceland, pasta para comer y siesta de 1 hora, hora y cuarto, hora y media… ¡ya ha llegado el reparto! Tarde de leer… ¡huy, casi!
Miércoles, y ahora sí, había que hacer algo (después de ver el calendario). Un poco de búsqueda entre libros, pollo al horno con patatas y fiesta de cumpleaños por la noche. Quedarse dormido en la siesta en, sin duda, el colmo. Me levanté a las 7 tras tres horas cogiendo impulso y me senté al ordenador para hacer algo (¡oye, que es en serio!). Me enteré por un mensaje a las 8 de la tarde, y con la taza de café presente, que tenía que llegar al club antes de las 9 si no quería pagar. En realidad ya había almacenado antes esa información en mi base de datos, pero las desinhibidas semanas del comienzo de la Erasmus quedan ya tan lejos… Operación “It’s free”: a la carrera por darse una ducha y cenar para entrar gratis. Lo hicimos, llegamos antes de las 9. Concretamente a las 9 menos 3 minutos, así que a pagar.
Nos pasamos allí hasta las 12 de la noche viendo el fútbol, hablando y bailando entre animadoras disfrazadas de policía y Hulk Hogan. Nota mental: no volver a hacer aquello de ponerse de puntillas a lo Michael Jackson si se tiene una contusión en un dedo. Vi luces más brillantes que las de los focos. Sin embargo, yo no fui el que perdió la dignidad aquella noche con tal “hazaña”, ¿o debo empezar a hablar de nuevo de la forma de beber de los ingleses? A las 12, acabó la cuenta atrás (chiste de nivel) y fuimos a Rosies, donde, tras pagar 3 libr… ¿5 dices? Pues eso, 5 libr… ¿por qué me ha devuelto sólo 4 libras si le he dado 10? Comprendo. Dejando a un lado lo que pude pagar y lo que no, centrémonos en la noche en Rosies, que tiene miga. Mientras la chica del guardarropas guardaba mi chaquetón, percibí un videoclip de una canción ochentera muy conocida, el YMCA, y pensé “¡bah! Siempre ponen videos de los 80”. Al entrar en la pista, a modo de feria, colgaban banderitas... arcoíris. Ahora ENTIENDO lo de las 6 libras. ¡Era la “YMCA Night”! Bueno, si hubiera sido sólo por la música de Queen y Village People, me habría alegrado incluso de haber pagado tanto, pero no concibo que el dj, no contento sólo con no escarmentar y usar más el micro que la mesa de mezclas, nos “regalara” temas navideños y dos de las peores contribuciones de España a la cultura global: la “Macarena” y el “Aserejé”. Los guiris parecían contentos, pero los españoles parecíamos los moais de la Isla de Pascua. Si a eso le sumamos que tuvimos que separar un bronca derivada del fiel culto a Baco arraigado en Gran Bretaña, entenderéis que nos fuéramos a la 2ª planta, donde el dj sí había jugado al “DJ Hero” al menos una vez para comprender cómo funciona todo dentro de la cabina: música dance (mezclada a veces, pero bien mezclada). Hasta las 3 de la mañana. Ya sabemos a qué planta tenemos que ir la próxima vez.
Jueves post-fiesta entresemana con dos clases, una lasaña de ternera de por medio y una siesta previa a ese hueco entre el café y la cena. Buena forma de recuperarse.
Viernes de presentaciones sobre los acentos de Tyneside (al norte de Inglaterra) y Australia (algo más al sur), de un segundo arrebato consumista en Primark, uno de mis lugares de culto preferidos, y de una agradable noche en Temple Bar, donde se trataron temas tan trascendentales como el sorteo de la Eurocopa y la web 9GAG. Nada mal.
Sábado de estudio, de un salmón al horno que pasó de nórdico a africano y de una salida de “tranquis” con el rumor de una fiesta en casa de una española de fondo, pero resultó ser el eco de un rumor sin fundamento (estoy ganando nivel al teclado).
El domingo no pintó muy diferente, pues la patada que recibí hace dos semanas me tiene aún apartado de los terrenos de juego (menos mal que no fue una rotura de fibras). Intento frustrado de retirada de libros de la biblioteca sin la tarjeta (me di cuenta después de hacer todo el camino), trabajo y limpieza del botiquín después de percibir varias manchas producto de mi torpeza a la hora de cerrar el bote de Betadine.

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